Pilar Coll y Amnistía Internacional
Por Eduardo Borrel y Elizabeth Selem
Después del fallecimiento de Pilar Coll nos juntamos un rato
en plan de hablar, rememorar, refrescar lo vivido y lo compartido con ella en
los distintos momentos de su vida, especialmente como miembro de Amnistía
Internacional; pero también amiga muy cercana y querida. Pilar integró el Grupo
16 de Amnistía Internacional en 1999. Pronto, comenzó a hacer propuestas que
contemplasen las necesidades de los encarcelados y desplazados. Era partidaria
de realizar acciones concretas y nos empujaba en esa dirección a los miembros
del Grupo.
Después de ocho años de existencia y acción del Grupo, en el
2005 determinamos, Pilar y otros integrantes, pasar a ser "miembros
individuales" para continuar aportando en el Movimiento, cada cual desde
nuestras ubicaciones. Reconocimos que nuestro Grupo estaba conformado por
personas mayores, con sus actividades individuales, profesionales y sociales,
ya bien demarcadas. Pilar se dedicaba a un trabajo importante en beneficio de
los presos de diversas cárceles de Lima desde hacía mucho tiempo, siendo
convocada por ese trabajo en las instancias oficiales y privadas que trataban
la problemática penitenciaria.
También recordamos que Pilar Coll fue propuesta como miembro
integrante de la Comisión
de la Verdad,
pero que, quienes tuvieron que decidir, después de un análisis, no la nombraron
como comisionada por carecer de la ciudadanía peruana. Eso, no impidió que
desde el inicio, colaborara en esa Comisión con el compromiso y la dedicación
que la caracterizaba. En el informe entregado en abril 2004 al pleno de la Sección Amnistía
Internacional Perú encontramos constancia de ello.
Pilar, con su título de abogada, por más que no pudiera
hacer uso del mismo en el Perú siempre estuvo orientada en el universo jurídico
con un tacto especial. Utilizó este saber y su larga experiencia para asesorar
en forma permanente a quienes asumían el gobierno de la Sección peruana de
Amnistía Internacional. Sin embargo, nunca aceptó un cargo directivo, prefirió
colaborar desde el llano.
Ella no pertenecía a una congregación religiosa, sino al
Instituto de Misioneras Seglares. Esta situación le proporcionaba una gran
libertad de espíritu y acción. Podía dedicarse por entero a realizar acciones
que normalmente implican para otras personas recortes en su relación familiar.
Esa libertad también –somos testigos– le llevaría igualmente
a renunciar a la seguridad económica que su Instituto le ofrecía como
alternativa de por vida: decidió asumir el riesgo de ganarse por su cuenta su
sustento y correr la misma suerte de cualquier ciudadano de a pie en el Perú.
Así fue hasta el final.
Su vida misma representaba perfectamente la vela que –con su
luz y calor– simboliza al movimiento de Amnistía Internacional. Su obsesión
eran los Derechos Humanos. En su deseo de hacerlos efectivos trabajó como
miembro de la
Comisión Episcopal de Acción Social-CEAS, y más tarde se
desempeñó como la primera secretaria ejecutiva de la Coordinadora Nacional
de Derechos Humanos. Con toda justicia fue merecedora, además de otros premios
recibidos en España y en nuestro país, de la "Vela de la Esperanza" que le
otorgó Amnistía Internacional-Perú el 15 de diciembre de 2005.
Más testimonios
Las locuras que están por venir, por Belén Roma. Descargar aquí
Carta de despedida desde el Penal Miguel Castro Castro, por
Alberto Gálvez (Beto). Descargar aquí
Existimos a pesar de muchos, por Carmen Cardoza. Descargar aquí
Pilar Coll,
una vida ejemplar, por Wilfredo Ardito. Descargar aquí