Un
día como hoy hace 52 años, dos estudiantes portugueses elevaron sus
copas para brindar por la libertad. Por ese sencillo gesto fueron
condenados a cumplir siete años de cárcel. Su historia horrorizó al
abogado británico Peter Benenson y lo impulsó a actuar.
Peter
Benenson escribió al periódico británico The Observer con la intención
de emprender una campaña internacional para proteger a los «presos
olvidados». Su idea consistía en bombardear a autoridades de todo el
mundo con cartas de protesta. El 28 de mayo de 1961, el diario publicó
un artículo a toda plana titulado «Los presos olvidados», que inauguraba
la campaña de Peter Benenson “Appeal for Amnesty 1961”, de un año de
duración.
En el artículo se pedía a los ciudadanos de todo el
mundo que protestaran -de forma imparcial y pacífica- contra el
encarcelamiento de hombres y mujeres en cualquier lugar del mundo por
sus convicciones políticas o religiosas, y se calificaba a estas
personas de «presos de conciencia». Fue
el nacimiento de una expresión que entraría a formar parte del
vocabulario de los asuntos mundiales.
El artículo suscitó una
respuesta tremenda. En el plazo de un mes, más de un millar de lectores
habían enviado cartas de apoyo y ofrecido ayuda práctica. Algunos
también habían enviado información pormenorizada sobre los casos de
otros muchos presos de conciencia.
Seis meses después, lo que
había empezado como un breve acto publicitario se estaba transformando
en un movimiento internacional de carácter permanente. Al cabo de un
año, la nueva organización ya había enviado delegaciones a cuatro países
para elevar protestas en favor de algunos presos y se había hecho cargo
de 210 casos; sus miembros ya habían organizado estructuras nacionales
en siete países.
Los principios de imparcialidad e
independencia quedaron establecidos desde el comienzo. Se puso el
énfasis en la protección internacional de los derechos humanos: personas
de todo el mundo actuarían en favor de individuos de cualquier parte
del mundo. A medida que la organización fue creciendo, su foco de
atención se fue ampliando para ocuparse no sólo de los presos de
conciencia, sino también de las víctimas de otros abusos contra los
derechos humanos en todo el mundo, como la tortura, las «desapariciones»
y la pena de muerte.
En 1977 los esfuerzos del movimiento
fueron recompensados con el premio Nobel de la Paz, y en 1978 la
organización fue galardonada con el Premio de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas.
Hoy, Amnistía Internacional moviliza a
activistas voluntarios en todas partes y cuenta con más de un tres
millones de miembros y activistas en más de 150 países y territorios a
quienes une la determinación de trabajar por un mundo en el que las
personas disfruten de los derechos humanos.
Un
día como hoy hace 52 años, dos estudiantes portugueses elevaron sus
copas para brindar por la libertad. Por ese sencillo gesto fueron
condenados a cumplir siete años de cárcel. Su historia horrorizó al
abogado británico Peter Benenson y lo impulsó a actuar.
Peter Benenson escribió al periódico británico The Observer con la intención de emprender una campaña internacional para proteger a los «presos olvidados». Su idea consistía en bombardear a autoridades de todo el mundo con cartas de protesta. El 28 de mayo de 1961, el diario publicó un artículo a toda plana titulado «Los presos olvidados», que inauguraba la campaña de Peter Benenson “Appeal for Amnesty 1961”, de un año de duración.
En el artículo se pedía a los ciudadanos de todo el mundo que protestaran -de forma imparcial y pacífica- contra el encarcelamiento de hombres y mujeres en cualquier lugar del mundo por sus convicciones políticas o religiosas, y se calificaba a estas personas de «presos de conciencia». Fue el nacimiento de una expresión que entraría a formar parte del vocabulario de los asuntos mundiales.
El artículo suscitó una respuesta tremenda. En el plazo de un mes, más de un millar de lectores habían enviado cartas de apoyo y ofrecido ayuda práctica. Algunos también habían enviado información pormenorizada sobre los casos de otros muchos presos de conciencia.
Seis meses después, lo que había empezado como un breve acto publicitario se estaba transformando en un movimiento internacional de carácter permanente. Al cabo de un año, la nueva organización ya había enviado delegaciones a cuatro países para elevar protestas en favor de algunos presos y se había hecho cargo de 210 casos; sus miembros ya habían organizado estructuras nacionales en siete países.
Los principios de imparcialidad e independencia quedaron establecidos desde el comienzo. Se puso el énfasis en la protección internacional de los derechos humanos: personas de todo el mundo actuarían en favor de individuos de cualquier parte del mundo. A medida que la organización fue creciendo, su foco de atención se fue ampliando para ocuparse no sólo de los presos de conciencia, sino también de las víctimas de otros abusos contra los derechos humanos en todo el mundo, como la tortura, las «desapariciones» y la pena de muerte.
En 1977 los esfuerzos del movimiento fueron recompensados con el premio Nobel de la Paz, y en 1978 la organización fue galardonada con el Premio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Hoy, Amnistía Internacional moviliza a activistas voluntarios en todas partes y cuenta con más de un tres millones de miembros y activistas en más de 150 países y territorios a quienes une la determinación de trabajar por un mundo en el que las personas disfruten de los derechos humanos.
Peter Benenson escribió al periódico británico The Observer con la intención de emprender una campaña internacional para proteger a los «presos olvidados». Su idea consistía en bombardear a autoridades de todo el mundo con cartas de protesta. El 28 de mayo de 1961, el diario publicó un artículo a toda plana titulado «Los presos olvidados», que inauguraba la campaña de Peter Benenson “Appeal for Amnesty 1961”, de un año de duración.
En el artículo se pedía a los ciudadanos de todo el mundo que protestaran -de forma imparcial y pacífica- contra el encarcelamiento de hombres y mujeres en cualquier lugar del mundo por sus convicciones políticas o religiosas, y se calificaba a estas personas de «presos de conciencia». Fue el nacimiento de una expresión que entraría a formar parte del vocabulario de los asuntos mundiales.
El artículo suscitó una respuesta tremenda. En el plazo de un mes, más de un millar de lectores habían enviado cartas de apoyo y ofrecido ayuda práctica. Algunos también habían enviado información pormenorizada sobre los casos de otros muchos presos de conciencia.
Seis meses después, lo que había empezado como un breve acto publicitario se estaba transformando en un movimiento internacional de carácter permanente. Al cabo de un año, la nueva organización ya había enviado delegaciones a cuatro países para elevar protestas en favor de algunos presos y se había hecho cargo de 210 casos; sus miembros ya habían organizado estructuras nacionales en siete países.
Los principios de imparcialidad e independencia quedaron establecidos desde el comienzo. Se puso el énfasis en la protección internacional de los derechos humanos: personas de todo el mundo actuarían en favor de individuos de cualquier parte del mundo. A medida que la organización fue creciendo, su foco de atención se fue ampliando para ocuparse no sólo de los presos de conciencia, sino también de las víctimas de otros abusos contra los derechos humanos en todo el mundo, como la tortura, las «desapariciones» y la pena de muerte.
En 1977 los esfuerzos del movimiento fueron recompensados con el premio Nobel de la Paz, y en 1978 la organización fue galardonada con el Premio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Hoy, Amnistía Internacional moviliza a activistas voluntarios en todas partes y cuenta con más de un tres millones de miembros y activistas en más de 150 países y territorios a quienes une la determinación de trabajar por un mundo en el que las personas disfruten de los derechos humanos.
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