En
ningún lugar como en Siria ha sido tan alto el costo humano de los
levantamientos de la "Primavera Árabe". Dos años después de que se
produjesen las primeras revueltas en Siria, hemos hablado sobre la
situación del conflicto con Cilina Nasser, investigadora de Amnistía
Internacional, y con Donatella Rovera, asesora general sobre situaciones
de crisis.
Entusiasmados
por la caída de los gobiernos represivos de Túnez y Egipto, los
activistas de la oposición siria llevaron a cabo sus primeras
actividades a principios de 2011. A estas revueltas le salieron alas —en
los medios de comunicación sociales y en las calles— y en marzo de ese
año se crearon los Comités Locales de Coordinación, que organizaron
protestas locales y compartieron información con otros activistas y
medios de comunicación, a nivel nacional y en el extranjero.
Derribar muros
Apenas
unos meses antes hubiera sido imposible llevar a cabo ese tipo de
actividades en el país. "Toda persona que hiciese algo, incluso a
pequeña escala, corría el riesgo de desaparecer", señala Cilina Nasser,
investigadora de Amnistía Internacional sobre Siria.
Las
filas de los activistas partidarios de la reforma continuaron
aumentando, y empezaron a aflorar las protestas públicas conocidas como
"Días de ira". Muchos de los manifestantes ni siquiera se conocían entre
sí, habían establecido contacto a través de las redes sociales y se
citaban en mezquitas, los únicos lugares en los que podían reunirse en
grupos.
El
18 de marzo de 2011, unas 30 personas se congregaron en una mezquita de
Homs, ciudad ubicada 150 kilómetros al norte de la capital, Damasco.
Cuando terminaron las oraciones del viernes y los fieles comenzaban a
marcharse, lo hicieron clamando por "Alá, por Siria y la libertad".
Las
personas que había por el lugar quedaron sorprendidas y estupefactas.
Muchas de ellas jamás habían visto una protesta, ni mucho menos habían
participado en una. Otras consiguieron hacer retroceder a las fuerzas de
seguridad, lo que permitió a los manifestantes huir antes de ser
aprehendidos.
Pintas en las paredes
El
17 de abril de 2011 —Día de la Independencia de Siria— otra sentada de
protesta en Homs atrajo a una multitud aún mayor. Los manifestantes
estaban desarmados, pero su actitud era más desafiante, y comenzaron a
clamar por la "caída del régimen" del presidente Bachar al Asad. Esa
tarde, según informes, las fuerzas de seguridad abrieron fuego contra
quienes se manifestaban en Homs, y mataron a nueve personas.
Esta
empezó a ser la pauta. Una de las consignas de los manifestantes de
Homs fue la solidaridad con los habitantes de Deraa, en el sur, cuyas
revueltas empezaron porque las fuerzas de seguridad, según informes,
habían detenido y torturado a niños por escribir en las paredes
consignas contra el gobierno.
Hacer llegar el mensaje
Escenas
como estas se repitieron en toda Siria a mediados de 2011. El país
todavía estaba prácticamente cerrado a los periodistas extranjeros y
organizaciones internacionales de derechos humanos. "No tener acceso al
país hacía muy difícil nuestra labor, porque no conocíamos los planes de
los activistas con los que estábamos hablando", señala Cilina.
Era
preciso contrastar todos los indicios o información que recibía
Amnistía Internacional, lo que constituía una tarea cada vez más difícil
y laboriosa. "Estuve en el norte de Líbano en mayo y junio de 2011 para
trabajar en un informe. Los relatos de testigos más creíbles se
corroboraban entre sí, pero había también rumores e información
inexacta. Teníamos que distinguir con cuidado entre lo que estaba
sustentado por pruebas y lo que no."
Después
de contrastar rigurosamente la información, Amnistía Internacional
llegó a la conclusión de que en Siria se estaban cometiendo crímenes de
lesa humanidad. Formulamos enérgicos llamamientos a la comunidad
internacional para que tomase medidas que pusieran fin a los abusos.
Además, en repetidas ocasiones, solicitamos al Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas que remitiese la situación a la Corte Penal
Internacional (CPI), para garantizar que se investigase y procesase a
todos los responsables de crímenes de lesa humanidad y, si procediese,
de crímenes de guerra.
Conflicto a gran escala
Ante
el creciente uso excesivo de la fuerza por parte de las fuerzas de
seguridad sirias contra manifestantes que en su mayoría eran pacíficos,
surgió una oposición armada. Desde finales de 2011, algunos opositores
al gobierno empezaron, crecientemente, a vengar los homicidios y a
llevar a cabo ataques armados contra las fuerzas gubernamentales.
A
medida que los grupos de la oposición se iban haciendo con el control
de barrios de las grandes ciudades y de zonas rurales, sus ataques se
volvían más osados. Las fuerzas gubernamentales respondieron con un
grado de represión notablemente más amplio y violento, e incluso
empezaron a utilizar armamento pesado y artillería en ataques a gran
escala contra las zonas controladas por la oposición.
En
abril de 2012, la asesora general sobre situaciones de crisis,
Donatella Rovera, logró entrar en Siria para investigar las violaciones
de los derechos humanos que se estaban produciendo en el norte. Desde
entonces, ha regresado en varias ocasiones. Según cuenta Donatella: "Las
fuerzas gubernamentales todavía controlaban las ciudades y carreteras,
mientras que los grupos armados de la oposición tenían el control de
facto de muchos pueblos y carreteras secundarias. Las fuerzas
gubernamentales tenían un poder de ataque abrumadoramente superior, pero
no podían entrar al mismo tiempo en varias zonas dominadas por la
oposición. Lanzaban ataques cortos, repetidos, muy intensos y atroces
contra algunas localidades y luego se desplazaban para atacar otras
zonas."
Los
grupos armados de la oposición aprendieron rápidamente a "esquivar" a
las fuerzas gubernamentales. Estas incursiones de castigo se prolongaron
durante meses, con consecuencias devastadoras para la población civil.
Cuando los soldados no encontraban a sus esquivos oponentes armados,
castigaban a los habitantes del lugar. Eran generalizadas las
ejecuciones extrajudiciales, las detenciones arbitrarias, las torturas y
desapariciones. Los soldados también destruían deliberadamente
viviendas y propiedades. Donatella precisa, "en todos y cada uno de los
pueblos encontré casas y tiendas incendiadas por los soldados”.
Conforme
aumentaba la frecuencia de los enfrentamientos armados en muchas zonas,
las protestas pacíficas continuaban en otros lugares. Según Donatella,
"a finales de mayo de 2012, en Alepo, la ciudad más grande de Siria,
veía todos los días a fuerzas gubernamentales y a milicias paramilitares
de la Shabiha disparar con munición real a manifestantes pacíficos,
matando e hiriendo por igual a manifestantes y transeúntes. A los
activistas de la ciudad también se los detenía y torturaba, a veces
hasta que morían, o se los hacía desaparecer."
Muerte en el aire
El
ejército sirio comenzó entonces, en agosto, una campaña de bombardeo
aéreo implacable que todavía continúa. Ni siquiera están a salvo las
zonas residenciales densamente pobladas. Calles, barrios enteros, han
quedado arrasados.
Esta
práctica ha aumentado drásticamente el número de civiles muertos,
heridos y desplazados. "De repente quedaron vacías ciudades y pueblos
donde las personas desplazadas habían buscado refugio", cuenta
Donatella. Cientos de miles de personas huyeron a los campamentos de
refugiados ya rebosantes de países vecinos como Líbano, Turquía y
Jordania. Y son muchas más las desplazadas dentro de Siria.
Frecuentemente,
los ataques aéreos se han lanzado contra grupos numerosos de civiles
—especialmente las colas que se organizaban para conseguir pan, dada la
escasez en el suministro de alimentos—, o contra personas congregadas
cerca de hospitales. Según cuenta Donatella, el hospital de Shifa, en
Alepo, fue bombardeado repetidamente hasta que quedó inutilizado.
La
falta de acceso a la atención médica ha sido un problema grave a lo
largo de todo el conflicto de Siria. Según el relato de Donatella, las
fuerzas de seguridad detienen y con frecuencia torturan a toda persona
que puede haber sido tratada por heridas de bala, acusándola de ser
"terrorista". El régimen utiliza ese término indistintamente tanto para
los manifestantes pacíficos como para la oposición armada.
El
miedo a esas represalias ha hecho que muchas personas recurran a
hospitales de campaña improvisados o a unidades médicas móviles creadas
por activistas de la oposición. El personal médico y de enfermería, y
los estudiantes de medicina arriesgan la vidas para salvar a otras
personas. Muchos han sido arrestados y torturados, y a algunos los han
matado.
Donatella
también ha documentado en varias zonas el uso de bombas de racimo, que
están prohibidas internacionalmente. Esta práctica aumentó drásticamente
a finales de 2012 y ahora grandes extensiones de Siria están plagadas
de artefactos sin detonar, lo que se convertirá en un legado mortal
durante muchos años.
Todos los bandos cometen abusos
Con
la persistencia del conflicto en toda su ferocidad, las fuerzas
gubernamentales y las milicias paramilitares de Siria (armadas por el
Estado) han dejado de ejercer el monopolio absoluto de las violaciones
de los derechos humanos.
Los
grupos armados de la oposición también han cometido graves abusos, como
la ejecución sumaria y la tortura de miembros de las fuerzas de
seguridad, de la milicia y de presuntos informantes capturados. Amnistía
Internacional sigue documentando los posibles crímenes de guerra
cometidos por todas las partes.
"Los
civiles son, sin duda, los que pagan el precio más alto. Pierden la
vida, la familia, brazos, piernas, hogares, negocios y propiedades",
señala Donatella. "No se alcanza a ver el fin de la violencia, y las
tensiones sectarias, étnicas, ideológicas y religiosas se están
arraigando aún más. En este ambiente, las violaciones de los derechos
humanos son cada vez más frecuentes."
Las
personas con las que Donatella ha hablado en Siria no dejan de mostrar
su perplejidad por la falta de una actuación concertada de la comunidad
internacional para frenar las violaciones, sobre todo en comparación con
su rápida respuesta a otras situaciones similares. La situación de los
derechos humanos en Libia se remitió a la CPI en un plazo de dos semanas
desde que tuvieron lugar las primeras manifestaciones de protesta en
febrero de 2011. Sin embargo, en Siria, después de dos años de
homicidios diarios y un sinnúmero de otros abusos, la comunidad
internacional todavía no ha decidido remitir la situación del país a la
CPI.
Amnistía
Internacional sigue presionando en ese sentido y para que se ponga fin
de inmediato a la pauta de violaciones de los derechos humanos que se
cometen en todo el país.
"Por
eso estamos ejerciendo presión sobre el gobierno sirio y pidiendo a los
Estados influyentes que hagan lo mismo y se consiga que cesen esas
terribles violaciones; por eso hacemos también llamamientos a quienes
tienen influencia sobre los grupos armados y se acabe con los abusos",
señala Cilina.
Mientras
el conflicto continúa con ferocidad en Siria, la inacción de la
comunidad internacional transmite el lamentable mensaje de que no es
prioritaria la rendición de cuentas por la comisión de crímenes de
guerra. Y este es un discurso muy peligroso. Amnistía Internacional
continuará presionando para que se acometa una acción concreta a escala
internacional encaminada a frenar esas violaciones sobre el terreno y a
hacer que los responsables rindan cuentas.